AURELIO ALONSO 1992: La economía cubana: los desafíos de un ajuste sin desocialización
boletindelatizza.substack.com
En 1992 Cuba se abocaba a la, hasta entonces, más severa crisis económica desde el triunfo de la Revolución 33 años atrás. La revista Cuadernos de Nuestra América, del Centro de Estudios de América, publicó entonces el trabajo «La economía cubana: los desafíos de un ajuste sin desocialización», en el cual Aurelio Alonso discutía sobre los desafíos que implicaba el nuevo contexto económico, aunque apuntaba a la centralidad de la política en la conducción de las transformaciones. En realidad, Aurelio señalaba la centralidad de un tipo concreto de política: la política revolucionaria socialista. En esa dirección, apuntaba que «cualquiera sea la exigencia descentralizadora que imponga el nuevo criterio de eficiencia, no podría darse a título de una acción desreguladora». No se trataba entonces solo de «la imposibilidad de redefinir prioridades y la pérdida de la perspectiva de reinserción con un potencial negociador aceptable para el país», sino que — y esto era la centralidad de lo que explicó Aurelio de manera de previsoria — «la pérdida de la capacidad conductora de la economía estatal entrañaría un claro riesgo para la equidad y la justicia social». Esto es, reiteramos, de 1992, hace 30 años. El estudio de aquel entonces no desconocía una realidad que, al día de hoy, es todavía central en cualquier análisis que sobre Cuba se haga — aunque se tome con ligereza, o casi como una variable externa que desempeña el mismo papel que, por ejemplo, la subida o bajada en bolsa de las commodities — : «Si la sociedad cubana pudiera desenvolverse en un escenario normal de distensión y tolerancia, sin el hostigamiento de un vecino poderoso, y sin un cerco económico artificial que obstaculiza la inserción y amenaza la sobrevivencia misma, no solo sería más expedita la búsqueda de los mecanismos adecuados de la economía, sino que el espacio de la pluralidad y el disenso se ampliaría significativamente». No obstante, no atribuyó todos los males y desaciertos de Cuba a la existencia — real siempre, agravada hoy a extremos inimaginables — del bloqueo de Estados Unidos. Fue crítico en reconocer lo que era ya notorio: «que el socialismo no ha sido lo que creía de sí mismo, y que la historia del siglo XX revela la confrontación de dos dogmas: el dogma liberal y el del verticalismo socialista. Como todos los opuestos, estos dogmas se tocan. El liberal no excluye un verticalismo (de clase en su caso) y el socialista no excluye el liberalismo (desde la autoridad de los escalones del poder).» Comoquiera que en La Tizza entendemos que la política — con apellidos — ha de estar en el puesto de mando de la economía — en particular cuando la economía funciona en condiciones de hostilidad permanente y tiene la imperiosa necesidad de servir al pueblo — compartimos este texto con el propósito de recordar a nuestros lectores que ni el verticalismo, ni el liberalismo de la autoridad económica — o de las soluciones externas — son la ruta crítica de la salida a esta nueva crisis en 2022.
AURELIO ALONSO 1992: La economía cubana: los desafíos de un ajuste sin desocialización
AURELIO ALONSO 1992: La economía cubana: los…
AURELIO ALONSO 1992: La economía cubana: los desafíos de un ajuste sin desocialización
En 1992 Cuba se abocaba a la, hasta entonces, más severa crisis económica desde el triunfo de la Revolución 33 años atrás. La revista Cuadernos de Nuestra América, del Centro de Estudios de América, publicó entonces el trabajo «La economía cubana: los desafíos de un ajuste sin desocialización», en el cual Aurelio Alonso discutía sobre los desafíos que implicaba el nuevo contexto económico, aunque apuntaba a la centralidad de la política en la conducción de las transformaciones. En realidad, Aurelio señalaba la centralidad de un tipo concreto de política: la política revolucionaria socialista. En esa dirección, apuntaba que «cualquiera sea la exigencia descentralizadora que imponga el nuevo criterio de eficiencia, no podría darse a título de una acción desreguladora». No se trataba entonces solo de «la imposibilidad de redefinir prioridades y la pérdida de la perspectiva de reinserción con un potencial negociador aceptable para el país», sino que — y esto era la centralidad de lo que explicó Aurelio de manera de previsoria — «la pérdida de la capacidad conductora de la economía estatal entrañaría un claro riesgo para la equidad y la justicia social». Esto es, reiteramos, de 1992, hace 30 años. El estudio de aquel entonces no desconocía una realidad que, al día de hoy, es todavía central en cualquier análisis que sobre Cuba se haga — aunque se tome con ligereza, o casi como una variable externa que desempeña el mismo papel que, por ejemplo, la subida o bajada en bolsa de las commodities — : «Si la sociedad cubana pudiera desenvolverse en un escenario normal de distensión y tolerancia, sin el hostigamiento de un vecino poderoso, y sin un cerco económico artificial que obstaculiza la inserción y amenaza la sobrevivencia misma, no solo sería más expedita la búsqueda de los mecanismos adecuados de la economía, sino que el espacio de la pluralidad y el disenso se ampliaría significativamente». No obstante, no atribuyó todos los males y desaciertos de Cuba a la existencia — real siempre, agravada hoy a extremos inimaginables — del bloqueo de Estados Unidos. Fue crítico en reconocer lo que era ya notorio: «que el socialismo no ha sido lo que creía de sí mismo, y que la historia del siglo XX revela la confrontación de dos dogmas: el dogma liberal y el del verticalismo socialista. Como todos los opuestos, estos dogmas se tocan. El liberal no excluye un verticalismo (de clase en su caso) y el socialista no excluye el liberalismo (desde la autoridad de los escalones del poder).» Comoquiera que en La Tizza entendemos que la política — con apellidos — ha de estar en el puesto de mando de la economía — en particular cuando la economía funciona en condiciones de hostilidad permanente y tiene la imperiosa necesidad de servir al pueblo — compartimos este texto con el propósito de recordar a nuestros lectores que ni el verticalismo, ni el liberalismo de la autoridad económica — o de las soluciones externas — son la ruta crítica de la salida a esta nueva crisis en 2022.