1.
En la literatura existen inicios que se inscriben en la memoria de los lectores. En el caso de la narrativa latinoamericana, dice Jorge Fornet, cabe destacar los de Pedro Páramo y Cien años de soledad.
También ocurre en la música. Se aloja en los pechos la voz de Héctor Lavoe entonando: «La calle es una selva de cemento»; así comienza a vibrar el tema Juanito Amilaña. En la canción desfilan la violencia, el miedo, la corrupción, el robo, el clientelismo… pero, hay más. En construcción inversa: el camino para la que la calle sea una selva de cemento, para que pueda campear Juanito Alimaña, pasa por la impunidad y el silencio, por virar el rostro.
2.
El nuevo trending en/sobre Cuba está asociado con la intervención realizada por la ministra de Trabajo y Seguridad Social durante la actividad de las comisiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, este lunes 14 de julio.
Hay al menos tres ámbitos de negacionismo en su mención a la no presencia de situaciones de pobreza [mendicidad] en la Cuba actual. Tres ámbitos no desconectados entre ellos.
El primero, y más importante, se encuentra en negar una realidad que nos golpea el rostro como nunca había sucedido desde el triunfo de la Revolución cubana en enero de 1959. Desconocer esa realidad, ocultarla, resulta en naturalizar la clausura de una de las bases del proyecto revolucionario: el de que cada persona importa, y ello ocurre -o debe hacerlo- desde su cualidad de proceso colectivo. Dicha base no es una construcción discursiva, o lo fue, pero se afianzó en transformaciones concretas y en su calado en las subjetividades de los cubanos y las cubanas. Silvio lo cantó: «ya se dijo que es más grande / Que el más grande de nosotros / Y ya se dijo que se hace / Para otros».
El asunto central acá no se limita a lo que puede entenderse como la falta de empatía -que también es importante- individual de una autoridad gubernamental.
Se encuentra en dilucidar cuánto una postura personal y pública sobre políticas específicas se anuda con una práctica generalizada de naturalizar la actual situación, de aceptar la derrota y el vaciamiento del proyecto revolucionario, y de anclarse dócilmente a lo posible. También Silvio, en su reciente Más porvenir, cantó: «Y me crecí de todo / lo bueno y lo terrible, / escudriñando modos / de ensanchar lo posible».
Un segundo ámbito de negacionismo puede ubicarse en el desconocimiento de las investigaciones que dan cuenta de las situaciones de pobreza y vulnerabilidad en la Cuba actual.
Existe un amplio acumulado en este sentido. A veces hay que hurgar un poco, pero se encuentran. Hace apenas un mes (10 de junio), por ejemplo, la socióloga Mayra Espina publicaba el trabajo «Pobreza y vulnerabilidad en expansión: necesitamos saber». En el texto, junto al reconocimiento de que existen «obviedades empíricamente observables» y de que se necesitan datos actualizados, se referencian investigaciones realizadas por entidades cubanas como el Instituto Nacional de Investigaciones Económicas (INIE), perteneciente al Ministerio de Economía y Planificación, ¡en los años 2000!; o el Informe Nacional Voluntario de Cuba sobre los avances de la Agenda 2030.
Los estudios sobre las desigualdades y la pobreza en Cuba se encuentran institucionalizados en los escenarios de investigación -con subordinaciones ministeriales en muchas ocasiones- en espacios como el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso — Cuba), el Centro de Estudios de la Economía Cubana, entre otros. Asimismo, se reflejan en publicaciones de estas entidades, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) y en revistas como Temas.
Por lo tanto, este segundo ámbito negacionista barre simbólicamente el acumulado que debía servir como base para políticas públicas transformadoras.
Y desconoce, al mismo tiempo, la apuesta de Fidel por el conocimiento y el anuncio discursivo del gobierno actual en relación con la prioridad de la innovación, la ciencia y la tecnología.
No deja de ser llamativo que, de manera contradictoria, ha sido el propio Ministerio de Trabajo y Seguridad Social uno de los que más ha intentado visibilizar la existencia de diálogos con investigadores e investigadoras sociales.
El tercer ámbito está en estrecha relación con el anterior.
Resulta evidente la contradicción con otras declaraciones gubernamentales y, lo más doloroso, es que la cualidad negacionista apunta contra el propio Fidel Castro.
Fue Fidel quien expresó en la clausura del Congreso Internacional Pedagogía 2003: «La Revolución, más allá de los derechos y garantías alcanzados para todos los ciudadanos de cualquier etnia y origen, no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el status social y económico de la población negra del país…».
Fue Fidel quien, en la clausura del VIII Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, el 5 de diciembre de 2004, destacó la puesta en práctica de «revolucionarios conceptos que barren con el formalismo y el conformismo y aceleran los procesos de transformaciones necesarias para el futuro del país», entre ellos: «Ningún joven debe quedar abandonado y ningún ciudadano depender de su suerte»; «La labor de coordinación que se ejecuta debe contar con el estudio constante para la toma de decisiones, información actualizada que tome en cuenta con toda precisión los detalles; meditar y pensar bien cada acción, actuar con rapidez y no perder nunca un minuto»; «Encontrar nuevos métodos y mecanismos de coordinación para que todos los organismos y entidades participen bajo el concepto de que la prioridad está en los intereses del país por encima de contradicciones burocráticas, ansias protagónicas y celos institucionales».
Y fue Fidel quien, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, dijo el 17 de noviembre del 2005:
«Es tremendo el poder que tiene un dirigente cuando goza de la confianza de las masas, cuando confían en su capacidad. Son terribles las consecuencias de un error de los que más autoridad tienen, y eso ha pasado más de una vez en los procesos revolucionarios».
Todas estas frases se pronunciaron en el contexto de lo que se conoció como «Batalla de Ideas», un período con el que tenemos una deuda analítica y política. Ahora, solo quisiera destacar que cada uno de los discursos durante esos años se distinguió por estar acompañado de proyectos y acciones concretas de impacto en la población, y no por promesas.
Negacionismo contextual, negacionismo teórico-investigativo y negacionismo histórico-político son tres aristas que tributan a un eje: negacionismo conservador.
Llegaron ya, después de la intervención de la ministra de Trabajo y Seguridad Social este 14 de julio, las reacciones en redes digitales, la rabia de la gente revolucionaria y decente, la alegría de los coleccionistas de despojos que desde la distancia y la comodidad quieren ver a esta Patria hecha jirones. Se evidenció con fuerza, hace apenas unas horas, el negacionismo conservador que lejos de impulsar, inmoviliza.
Quizás venga una salida de escarmiento, un camino dostoevskiano que reconozca crimen, y castigue. Quizás se piense que calmar las aguas se dé a través de una solución individualizada. O no;
y ojalá nos demos cuenta de que cortar los hilos colectivos de un negacionismo que no se merece este pueblo es la vía para conjurar la selva en el cemento.
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Fernando Luis, sabio en inmediato análisis. Eres una versión actual del Departamento de Filosofía y de Pensamiento crítico. Gracias.