JUAN VALDÉS PAZ IN MEMORIAN
Desde La Tizza rendimos homenaje al maestro, al compañero de lucha, al pensador social y revolucionario cubano Juan Valdés Paz (1938-2021).
Hoy Cuba, el barrio de Pogolotti y el pensamiento crítico cubano dicen "adiós" a Juan Valdés Paz. Se va cuando más falta nos hace su lucidez, pero el mismo gesto de despedirlo más que un "adiós" es un traerlo de vuelta al ruedo, a donde sus ideas e intuiciones sirven a todxs los que luchan hoy por el socialismo que queremos: pleno de libertad, igualdad y democracia. #LaTizza coloca en su portada hoy el testimonio de su paso por nosotros, de las preguntas que nos dejó. Larga vida y gracias, Juan. Nunca te fuiste.
A nuestros lectores del Boletín, y de manera excepcional, enviamos aquí la relación de trabajos de Juan Valdés Paz que hemos publicado en los últimos años en La Tizza. A diferencia de lo que habitualmente hacemos, solo incluimos de cada uno, un pequeño resumen y el link en nuestro sitio web en medium.
El ojo del canario es el poder revolucionario.
*Palabras leídas por su autor durante la primera sesión del Ciclo-Taller: «Problemas y desafíos de la democracia socialista en Cuba hoy», desarrollada en el Instituto Cubano de Investigación Cultural (ICIC) “Juan Marinello”, La Habana, 9 de diciembre de 2020.
(…) Podemos discutir qué queremos decir con democracia plena, a dónde llega la plenitud, pero esa es la meta del socialismo que tenemos. Le hemos ofrecido a la sociedad una democracia plena y el desarrollo democrático al que aspiramos, el que necesitamos y el que esperamos, es el de alcanzar una democracia plena.
Sin embargo, el alcanzar esta meta, este desarrollo democrático, ha enfrentado y enfrenta numerosos obstáculos. El compañero Germán [Sánchez Otero] se va a extender mucho más en estos desafíos de una democracia en Cuba, pero voy a mencionar puntualmente algunos:
Primero, todo examen del tema democrático por fuera de un escenario de agresión de los Estados Unidos, pierde sentido.
No solamente porque Estados Unidos produzca San Isidro, sino porque Estados Unidos produce en el seno de la Revolución posiciones duras y conservadoras; cosa que por supuesto la estrategia norteamericana prevé: ese escenario de permanente hostilidad de parte de Estados Unidos va a endurecer las posiciones entre los revolucionarios y van a propiciar la disidencia y la contrarrevolución.
Es decir, que sacar de cualquier discusión la agresión, la política de los Estados Unidos hacia Cuba — no me refiero al periodo del coronavirus, ni me refiero al trumpismo, me refiero a la historia toda, hasta hoy y para mañana — es un sinsentido. Estados Unidos no puede sacarse de la ecuación porque ellos no nos sacan de su proyecto de dominación y, por tanto, hay que contar con eso para explicarse no solamente el gran obstáculo sino las restricciones a la democracia que hayamos tenido que asumir.
Yo creo que tenemos restricciones democráticas a esa democracia plena de la que hablamos. Creo que algunas son inevitables, como son todas las situaciones de conflicto, pero creo que nuestro déficit está en que pueden ser más de las necesarias, no las esclarecemos ante la opinión pública y no buscamos el consenso de la población para cada una de esas restricciones que entendamos como necesarias, y cuando parezcan necesarias. Ese me parece que es otro de los obstáculos a resolver.
Otro obstáculo a resolver, diría yo, es lo que podríamos llamar problemas y defectos de nuestras instituciones y orden institucional.
(…)
La evolución del poder en la Revolución cubana. 1975–1991 (III)
*Fragmento del libro La evolución del poder en la Revolución cubana. Tomos I y II. Rosa Luxemburg Stiftung Gesellschaftsanalyse und Politische Bildung e.V., Ciudad de México, 2018. Esta obra se encuentra bajo Licencia Internacional de Creative Commons 4.0: Atribución-Licenciamiento Recíproco.
El sistema económico
Los principales desafíos planteados al poder revolucionario en el sistema económico en el periodo 1975–1990 fueron la recuperación de los impactos negativos de la fracasada «Zafra de los 10 millones», la instauración de un nuevo modelo económico e iniciar un nuevo ciclo de desarrollo socioeconómico del país.
Continuando las acciones desenvueltas a finales del periodo anterior, este se caracterizó por la implementación de las reformas económicas radicales aprobadas en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, cuyos principales elementos podemos resumir en ocho puntos: a) una redefinición constitucional y programática de la actividad económica de la Revolución; b) un nuevo Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, adecuado a las condiciones de integración del país al CAME; c) una nueva institucionalidad económica; d) un nuevo sistema empresarial; e) un sistema de financiamiento basado en el cálculo económico; f) las directivas del Plan de Desarrollo Socio-Económico para los años 1976–1980; g) el restablecimiento del Presupuesto del Estado; h) un nuevo sistema de estimulación; etcétera. Para la implementación de esta nueva estrategia económica, se creó y se aprobó un cronograma de medidas. Estas reformas le dieron viabilidad económica al poder revolucionario y propiciaron una nueva etapa de crecimiento y desarrollo económico del país.
A partir de 1985 se produjo un nuevo giro en la estrategia económica, congelando el proceso de reformas e introduciendo cambios en el Sistema de Dirección y Planificación Económica, mismos que generaron estos efectos: a) acotaron su implementación y le retrajeron a una mayor centralización de la decisión y los recursos; b) aminoraron la autonomía del sistema empresarial; c) contrajeron la actividad privada; d) disminuyeron las relaciones monetario-mercantiles; y e) produjeron una mayor integración económica con el campo socialista europeo y la URSS.
(…)
La evolución del poder en la Revolución cubana. 1975–1991 (II)
*Fragmento del libro La evolución del poder en la Revolución cubana. Tomos I y II. Rosa Luxemburg Stiftung Gesellschaftsanalyse und Politische Bildung e.V., Ciudad de México, 2018. Esta obra se encuentra bajo Licencia Internacional de Creative Commons 4.0: Atribución-Licenciamiento Recíproco.
(…)
4.1 Organizaciones políticas
Como se esperaba, las organizaciones políticas surgidas en el periodo anterior evolucionaron en éste, hasta constituir el centro del sistema social en su conjunto. Podemos describir a este sistema político como sigue:
El partido de vanguardia
La función de partido de vanguardia, ejercida por el PCC en el periodo anterior, quedó formalizada en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, celebrado en diciembre de 1975, tanto en sus nuevos estatutos, como en el Proyecto de Constitución aprobados por el Congreso. Los estatutos partidarios recogieron los principios establecidos en el periodo anterior y el Proyecto de Constitución, siguiendo el canon de otras experiencias del socialismo real, definió este papel como el de «dirigente superior de la sociedad y el Estado».[1]
En lo que respecta a las instituciones del Estado, la dirección del Partido sobre éstas quedó codificada en un grupo de principios que podemos resumir como sigue:[2]
· El Partido y más bien sus organismos superiores — Congreso, Comité Central y Buró Político — elaboran directivas generales sobre las cuestiones fundamentales del desarrollo económico, político, cultural y social del país. Los órganos del aparato estatal deberán guiarse y encauzar sus actividades por tales directivas y no deberán resolver ninguna cuestión importante sin tenerlas en cuenta.
· Dirige, mediante la selección, ubicación y educación del personal principal del aparato del Estado.
· Dirige mediante el control del comportamiento de tales órganos, en cada instancia del Partido, orientando las correcciones necesarias sin inmiscuirse ni suplantar sus facultades de decisión.
· Dirige mediante su apoyo y ayuda con los recursos partidarios.
· Dirige a través de los militantes del Partido, quienes en cualquier lugar de trabajo y cargo que ocupen están obligados a cumplir, aplicar y persuadir de su justeza las decisiones del Partido.
· Dirige mediante el hecho — necesario e inevitable durante mucho tiempo — de que los principales dirigentes del Partido sean también los principales del Estado.
A diferencia del periodo anterior en que determinados acontecimientos internos amenazaron la unidad e identidad del partido de vanguardia; en este periodo, acontecimientos de gran impacto como las reformas de los años setenta, la Perestroika de mediados de los años ochenta o la Causa núm. 1, de 1989, no obstante su incidencia en la opinión pública, no afectaron el consenso interno del Partido y apenas tuvieron en él alguna expresión institucional, ideológica o política.
La evolución del poder en la Revolución cubana. 1975–1991 (I)
*Fragmento del libro La evolución del poder en la Revolución cubana. Tomos I y II. Rosa Luxemburg Stiftung Gesellschaftsanalyse und Politische Bildung e.V., Ciudad de México, 2018. Esta obra se encuentra bajo Licencia Internacional de Creative Commons 4.0: Atribución-Licenciamiento Recíproco.
Introducción, Ordenamiento jurídico y División político-administrativa
I. Introducción
Este capítulo examina la evolución del poder revolucionario cubano desde mediados de los años setenta hasta principios de los noventa. Este nuevo periodo se extiende desde 1975, año en que se decide una nueva estrategia de desarrollo, hasta 1990, año en que se inicia un lapso de crisis económica y social resultante del derrumbe del llamado campo socialista europeo, en lo general, y de la URSS en lo particular.[1]
a) El poder desde el periodo anterior
El poder revolucionario emergió del periodo anterior más fortalecido en cada uno de sus subsistemas sociales, no obstante las mayores restricciones internas y constricciones externas. En el transcurso de aquél, este poder se vio debilitado en la esfera económica por los intentos de un desarrollo acelerado de las fuerzas productivas, por los cambios acumulados en la sociedad cubana y por el curso de los acontecimientos en su ambiente externo. Al iniciarse este periodo, el poder revolucionario debía enfrentar iguales desafíos y otros nuevos, como:
· Mantener el bloque popular revolucionario y la unidad del estamento político en las condiciones de una institucionalidad de inspiración soviética y del acceso al escenario nacional de dos nuevas generaciones sociopolíticas.
· Alcanzar un desarrollo acelerado y eficiente de las fuerzas productivas y, por extensión, de las esferas política, civil y cultural de la sociedad cubana, en un nuevo modelo de transición socialista.
· Mantener el consenso mayoritario de la población, aislar a la oposición interna y derrotar a las fuerzas contrarrevolucionarias.
· Enfrentar la permanente agresión de EEUU en sus distintas modalidades, garantizar la soberanía nacional, asegurar la sobrevivencia de la Revolución y avanzar en su proyecto socialista.
De hecho, una nueva institucionalidad jurídica, política, económica, civil e ideológico-cultural, así como la implementación de nuevos modelos de gestión en cada esfera, lograron superar estos viejos y nuevos desafíos, y garantizar la continuidad y el cambio de la Revolución.
(…)
Que suenen las palabras
* Por Fernando Luis Rojas: “A propósito del libro La evolución del poder en la Revolución cubana, Tomo I, de Juan Valdés Paz”
A Juan Valdés Paz, como a la “Carmela” de Conducta, le gusta que suenen las palabras. No se trata del martilleo de los dedos de la inolvidable Alina Rodríguez sobre la máquina de escribir, o de la voz grave –llena de habla popular– del residente en Pogolotti; se trata de lo que hay tras las palabras.
Valdés Paz llega, a sus ochenta años, con la que pudiera considerarse la obra más importante de su dilatada trayectoria intelectual. La evolución del poder en la Revolución cubana (Tomo I, Fundación Rosa Luxemburgo, 2017) presenta “un breve examen de la constitución y evolución del poder político y social de la Revolución cubana”, que abarca en este primer tomo la etapa de 1959 a 1991.
Desde la presentación, el lector se percata del complejo propósito de Valdés Paz, así como de los avatares contradictorios por los que se anda –o debe andarse– para la lectura y recepción del texto. El autor de La evolución del poder… declara como objetivo fundamental “reinterpretar la historia de la Revolución cubana desde la perspectiva del poder político y social que la hizo posible, y que la ha sustentado hasta nuestros días”. Ya aquí, en el primer párrafo del libro, comienza la problematización.
Primero, porque cualquier intención de (re)interpretación desde diferentes perspectivas –digamos, para otros ejemplos, desde la mirada de la mujer, el negro, o el trabajador– implica una tensión con la historiografía oficial o total que se ha asentado en buena parte del sentido común de los cubanos. En segundo lugar, y con esto Valdés Paz –como nos tiene acostumbrados– se sacude el lastre de la “objetividad” que clama por un purismo ideológico, se sostiene en todas sus letras la concepción que, contradicciones y ciclos aparte, entiende el decursar cubano desde 1959 como revolucionario.[1]
El ejercicio de situar en un lugar central la cuestión del poder es fundamental para los análisis sobre Cuba. Identificarlo así, como “poder”, permite rebasar uno de los componentes que ha sido jerarquizado desde los discursos políticos como “poder del pueblo”, y volver a la complejidad y amplitud de las relaciones de poder. Valdés Paz no es el primero, ni será el último, que se baña en esas aguas; él mismo da fe de ello con la amplia bibliografía referenciada en este libro.
Por varias razones, encuentro aportes de La evolución del poder… en el terreno metodológico. Una, tiene que ver con el privilegio que se da al carácter procesal del análisis y conectado a ello, las distinciones (y porosidades) entre poder político, social, y su relación con otras formas de poder. Aunque el autor logra abrumarnos con su advertencia sobre “el carácter sesgado” de la propuesta al no incluir un examen historiográfico de los periodos, yo particularmente –anclado en esta mirada procesal que identifico– veo considerado este aspecto. Ahí están las referencias, ciertamente sin una pretensión monográfica, a sucesos acaecidos entre los sesenta y los ochenta del pasado siglo. Otra razón en el plano metodológico se encuentra en la sistematización de un grupo de categorías relativas al poder, lo que pudiéramos llamar para este libro conceptos dominantes (“poder”, “poder político”, “poder social”, “poder social hegemónico”, “poder dual”, “comunidad política”, “hegemonía”, “bloque popular”, entre otros), y especialmente su inserción en la narrativa de la constitución y evolución del poder político y social de la Revolución cubana.
Una tercera razón en este terreno radica, en mi opinión, en la definición de un patrón analítico con indicadores comunes para cada periodo. Así tendremos, por ejemplo, que 1959–1963 La constitución del poder revolucionario, 1964–1974 La evolución del poder revolucionario y 1975–1991 La evolución del poder revolucionario, pueden leerse a partir de evaluaciones del contexto (interno y externo), el comportamiento del ordenamiento jurídico, de los sistemas político, económico, civil e ideológico-cultural, más valoraciones relacionadas con la evolución del poder revolucionario en el período y el estado de la autogestión y autogobierno, entre otros.
(…)