Palabras en la presentación de los libros ¿Una escuela latinoamericana de la hegemonía? Elementos para una propuesta interpretativa, de Raúl Burgos; Cómo trabajaba Gramsci. Historia y estructura de los Cuadernos de la Cárcel, de Gianni Francioni; Introducción a Gramsci, de Giuseppe Cospito; y Gramsci, ayer y hoy. Compendio de escritos sobre la biografía, fortuna editorial, investigaciones actuales, interpretación y perspectivas del pensamiento gramsciano, de un colectivo de autores durante la Feria Internacional del Libro de La Habana, Centro Dulce María Loynaz, 22 de febrero de 2024.
**Nota a quienes nos leen en su cuenta de correo: Debido a la extensión del texto, y por el interés que puede motivar, hemos decidido dividirlo y enviarlo en partes separadas, cada una dedicada a uno de los libros que se mencionan.
Gramsci, ayer y hoy. Compendio de escritos sobre la biografía, fortuna editorial, investigaciones actuales, interpretación y perspectivas del pensamiento gramsciano, de un colectivo de autores
A Fernando Martínez Heredia y a Néstor Kohan, que me presentaron a Gramsci.
A mis compañeros salvadoreños, que me lo hicieron conocer.
Yo quería, al comienzo, traer unas provocaciones.
Hace unos días, esta persona que funge como presidente de Argentina sacó en su Twitter un panfleto enorme titulado «Desarmando al Gramsci Kultural» ―así, con K―. Es parte de su intento por justificar todo el brutal ajuste que está haciendo en la Argentina.
Quiero rescatar dos o tres frases que dice este señor, Javier Milei: «La raíz del problema argentino no es político y/o económico, es moral y tiene como consecuencias el cinismo político y la decadencia económica».
Pasa enseguida a echarle la culpa a Gramsci. Dice: «Gramsci señalaba que para implantar el socialismo era necesario introducirlo desde la educación, la cultura y los medios de comunicación. Argentina es un gran ejemplo de ello».
Viene ahora con que la culpa de todo es de la escuela, los medios de comunicación y la Iglesia. Continúa:
Sin dudas, cualquiera sea la columna que se denuncie del edificio de Gramsci, los receptores de privilegios de las otras dos saldrán en su auxilio. Por lo tanto, lo más maravilloso de la batalla cultural llevada a la política versada sobre el principio de revelación es que cuando uno señala las vacas sagradas del edificio de Gramsci, automáticamente genera una línea de separación entre los que viven de los privilegios del Estado y las personas de bien.
Está en sintonía con esa idea perversa de estar separando a la gente en «personas de bien» y «personas de mal». Es decir, vuelve a apuntar a Gramsci con un pretexto y eso genera un debate durante varios días en Argentina — que ya fue superpuesto por otros debates de otra naturaleza— . Y terminaba diciendo «¡Viva la libertad, carajo!». Esta consigna absurda con la cual termina todo lo que dice.
Pero lo peor es que le responde una de las «palomitas» de la derecha — como antes le decía a Patricia Bullrich— , Horacio Rodríguez Larreta, quien al «¡Viva la libertad, carajo!» le opone el «¡Viva el consenso, carajo!». Ven acá. ¿Cómo es posible que en 2024 Gramsci esté siendo parte de una discusión entre dos tipos como Milei y Rodríguez Larreta?
Hace un año y pico este otro gurú de la autoayuda, Agustín Laje, saca su libro ¿Qué es la Batalla Cultural?, un material que presuntamente se dirige a desmontar el pensamiento de Gramsci desde el liberalismo.
¿Cómo es posible esto? ¿De dónde salen estos intentos de poner a Gramsci en clave de pensamiento liberal positivista?
En tratar de desarmar eso está el esfuerzo que hacen estos libros que presentamos hoy. Y por eso yo quiero — además de esas cosas típicas, esas que se hacen en las presentaciones, agradecerle a la editorial por brindarnos el espacio, etc., — agradecerle a dos personas que fueron las que me iniciaron en el pensamiento, en el estudio del pensamiento de Gramsci: una es el maestro Fernando Martínez Heredia — con quien compartí este mismo espacio hace ocho años — y el otro es el también maestro Néstor Kohan, que fueron quienes me enseñaron, ambos, que Gramsci es un contemporáneo y un coterráneo nuestro. A ellos va dedicado lo bueno y lo correcto que diga aquí.
Cuando Gabriela [se refiere a Gabriela Sosa, copresentadora] está comentando la experiencia de Villa Constitución, en Argentina y la represión que antecedió al golpe de Estado cívico-militar-eclesiástico de marzo de 1976, a mí me llamó la atención que justifica esta idea de que hay una versión gramsciana de la derecha, un intento de hacerse con Gramsci, de apropiarse de Gramsci.
Es que ellos, la derecha, la burguesía, lo tienen muy claro. Si revisamos los documentos de Santa Fe I y Santa Fe II, las élites estadounidenses tenían muy claro cómo hacerlo, cómo vaciar a Gramsci de su contenido revolucionario.
Por una parte, estaba esto que tú comentabas, Gabriela, y que viviste en carne propia: la eliminación física de los revolucionarios, de los portadores de ideas revolucionarias. Hay toda una generación en Argentina, en la América Latina y el Caribe, en general, que fue eliminada. ¡Eso es terrible y un ejemplo de eso es el «Villazo» de 1975!
Esa es una parte de esa estrategia de Santa Fe I y Santa Fe II. Y la otra parte es la de poner a Gramsci en claves del pensamiento liberal positivista. Una de esas estrategias más refinadas te la puedes encontrar, por ejemplo, en el libro de Jean Cohen y Andrew Arato, Sociedad civil y teoría política, de 1992. Una manera muy refinada de poner a Gramsci en esas claves de pensamiento liberal positivista.
Estos libros que estamos presentando aquí hoy van justo en la dirección contraria, van justo en la dirección de recuperar el Gramsci que sí es marxista, que sí es revolucionario, que sí es leninista.
Estas provocaciones iniciales darían cuenta de la necesidad de leer estos libros, de presentarlos, de descargarlos muchas veces, de que los estudiantes los lean, los estudien.
Y es una necesidad, no solo por estos incidentes que comentaba al inicio, sino porque las condiciones del capitalismo mundial actual, del desarrollo del neoliberalismo — que no es sólo un sistema económico, no es sólo un sistema político, sino también y sobre todo un sistema ideocultural — hacen más necesario que nunca volver a Gramsci.
El orador que me antecedió ponía el ejemplo de los conceptos de «sociedad civil» o el de «hegemonía». Es que el neoliberalismo tomó un concepto que hacía 100 años, 130 años, nadie mencionaba, el de sociedad civil, lo transformó, lo vació de contenido y le puso otros contenidos, reaccionarios en algunos casos. Y eso fue así porque para las décadas del noventa y del 2000, en la América Latina y el Caribe hacía falta — en esas «transiciones a la democracia» — un concepto de sociedad civil que se adecuara a la dominación de la burguesía en las nuevas circunstancias, que ya no eran, por ejemplo, las que antecedieron al golpe reaccionario en Argentina en 1976 o contra Allende, en Chile, en 1973. Y en ese esfuerzo le venía como anillo al dedo una lectura interesada, desde la derecha, de Gramsci.
En ese sentido, yo reitero, esto que estamos presentando hoy va exactamente en el sentido opuesto. Pero lo que estamos presentando aquí es una traducción de la traducción de Gramsci. El pensamiento de Gramsci es un pensamiento que es como un universo y es esférico. Voy a tratar de explicar esto rápido.
Es como un universo porque sucede lo mismo que le pasa a los investigadores de la NASA cuando están investigando el cosmos, ¿no? ¿Dónde está el fin? ¿Dónde está el fin del universo? ¡Nadie lo encuentra! Eventualmente, supongo que encontraremos el fin de los últimos papeles de Gramsci. Está claro, ¿no? Por muy universal que sea, ahí es finito. Es una producción que es finita. Pero aún así, hay nuevas interpretaciones. Entonces, se va estirando, se va corriendo el límite. Por eso es un universo.
Y es también esférico porque, como toda esfera, ¿dónde está el principio? ¿Dónde está el final de una esfera? Si tuviéramos una esfera y pudiéramos atravesarla, tú puedes «entrar» por un lado y «salir» por el otro lado y siempre estás entrando y saliendo casi por el mismo punto, así dicen los topólogos. En el pensamiento de Gramsci pasa algo similar, porque hay tal coherencia interna que puedes «entrar» por una parte de él y «sales» por la otra y no deja de haber coherencia.
Estos libros van en el esfuerzo de develar cuáles son los límites, cuáles son las maneras en que se expande el universo gramsciano, el universo del pensamiento de Gramsci y ayudar a no perderse en la esfera enorme que es ese pensamiento: ¡sí! porque los Cuadernos de la cárcel son seis tomos — lo conocido hasta ahora — pero todo lo que está antes, antes del año 1926, es una enorme cantidad de cosas. Y está también toda la bibliografía alrededor de Gramsci, la cual es todavía más grande.
Hacen falta también determinadas pistas. Y hacen falta pistas que contribuyan, en un mundo de tanta incertidumbre, a tener determinadas certezas. Estoy diciendo esto con toda la mala intención del mundo porque los libros que te dan demasiadas certezas son los libros de autoayuda — es desgraciado, pero en la Feria tienen una buena venta los libros de autoayuda — . Pero estos no son libros de autoayuda, son libros de marxismo, o que contribuyen, por lo menos, a esclarecer parte de la historia del marxismo.
El marxismo, con sus errores, sus insuficiencias teóricas — y su falta de consistencia a veces, todo hay que decirlo, sin que nos dé vergüenza — , sirve para construir barricadas, sindicatos como los que hablaba Gabriela, movimiento popular y fuerzas transformadoras.
Hay teorías mucho más elegantes que el marxismo — no son, por supuesto, las que pretende demostrar Milei, Rodríguez Larreta o incluso Laje — ; las hay incluso más elegantes que el marxismo de Gramsci — que ya es, por sí mismo elegante y refinado, por eso ha sido secuestrado por la derecha — pero son inútiles porque no sirven para hacer la Revolución. El marxismo — y Gramsci es un pensador marxista, quiero insistir en esto muchas veces— , pese a lo que pueda parecer a veces torpeza teórica, lleva doscientos años brindando una teoría útil para hacer la Revolución. ¡Por eso hay que estudiar a Gramsci!
Gramsci nos ayuda porque él escribió también, a su forma — y nosotros tratamos de traducirlo — un gran libro de autoayuda. Pero solo si la entendemos como la entendemos nosotros, los revolucionarios:
la única autoayuda que funciona es la autoayuda colectiva que se llama política, concretamente política revolucionaria.
Sobre Gramsci, ayer y hoy…
Dicho esto así, muy general, haré algunas anotaciones sobre el libro Gramsci, ayer y hoy. Compendio de escritos sobre la biografía, fortuna editorial, investigaciones actuales, interpretación y perspectivas del pensamiento gramsciano.
Como estamos en el Centro Dulce María Loynaz, me viene el recuerdo de Excilia Saldaña cuando estaba haciendo el prólogo de El Principito, la edición cubana. Ella decía, «los libros no se cuentan y, por tanto, yo no te voy a contar este». Yo no voy a contar Gramsci, ayer y hoy…, pero tengo que necesariamente hacer referencia a algunas cosas que dice el libro.
Este libro tiene una cualidad: el título tiene correspondencia con lo que está dentro del libro. Y no sólo tiene correspondencia desde el título más sintético, Gramsci, ayer y hoy, sino con lo que dice después, que es lo que yo quiero convertir en ejes de la presentación.
Dice que es un compendio sobre la biografía, sobre la fortuna editorial, las investigaciones actuales, la interpretación y las perspectivas del pensamiento gramsciano.
El libro dice que va a hablar de cinco cosas. Cumple con lo que promete.
Sobre la biografía de Gramsci
Cualquiera diría que estos libros — con toda la bibliografía que existe sobre Gramsci—, como cualquier investigación, por mínima que sea, apunta a enriquecer la biografía. Eso en un escenario donde ha sido casi imposible superar la biografía de Giuseppe Fiori que tiene 60 años ya y que, por suerte, hemos publicado en Cuba — hace unos veinte años, más o menos — .
Sin embargo, hay muchas actualizaciones de lo que es la vida, la reconstrucción del camino vital de Gramsci. Aquí hay un texto que la actualiza. El texto de Teresina, una de las hermanas de Gramsci.
Ella aclara para qué es ese texto que escribe. Es muy bueno para entender también determinadas dinámicas de cómo funcionaba la familia y de cómo evoluciona el hombre. Sí, porque
detrás de todo, detrás de los conceptos y el pensamiento sobre hegemonía, sobre sociedad civil, sobre el sentido común, etc., hay un hombre, un combatiente revolucionario que tiene una dimensión humana.
Yo quiero resaltar este texto porque enriquece la biografía conocida de Gramsci. También resalto esta cualidad porque — dadas las características del libro — pudiera parecer que este es un libro esencialmente filológico.
Se trata de traducciones, algunas de ellas, por primera vez, al español. Sin dudas es un libro sobre cómo entender, literalmente, nunca mejor dicho, el pensamiento de Gramsci. Pero no se trata sólo de eso.
El texto, el largo texto de Gerratana, situado casi al final de la selección, si descontamos los anexos, es un ejemplo de ello. Detrás de una búsqueda filológica del concepto de revolución en Gramsci, el autor explora la radicalización del hombre que quiere hacer la revolución en Europa una vez que se ha agotado el ciclo inicial de la Revolución rusa de 1917 y el Bienio Rojo de 1918–1919 en Italia.
Esto no sirve sólo para la cuestión biográfica, sino también para la discusión política contemporánea. Esto contribuye a desmontar esa idea peregrina, de la que hablaba Milei, de que el socialismo, según Gramsci, se implantaría desde la educación, la cultura y no sé-qué-cosas más. Esa idea no solo es peregrina, sino peligrosa, porque te convierte a un combatiente revolucionario en un sujeto deslavado y simplista que pensaba que al socialismo íbamos a llegar por esa vía, o principalmente por esa vía. ¡Y no! Eso no puede pensarlo un hombre que está preso, que lo han metido preso y que acaba de oír al fiscal decir en el juicio, «¡Hay que impedir por 20 años que funcione ese cerebro!».
A un tipo que está preso, a un revolucionario, no se le ocurre pensar que al socialismo se va a llegar por la educación y la cultura, en abstracto. Él tiene muy claro que la única manera de llegar allí es a través de una revolución, de una revolución socialista.
El texto de Gerratana funciona muy bien en ese sentido al recordarnos que Gramsci no es un estudioso en abstracto, ni alguien que estudiaba sin tener claridad en los fines de su lucha.
Esto puede parecer un dato menor, pero es un esfuerzo importante en contra de ese intento de la socialdemocracia, de la derecha, de la burguesía de presentar a Gramsci como un pensador descafeinado, que sólo piensa la hegemonía como si fuera el puro consenso.
Sobre la fortuna editorial
Si nos vamos al eje de la fortuna editorial, que también nos promete el libro en el título, nos tenemos que situar en otro problema: la reconstrucción de cada zona, de cada pedacito del pensamiento de Gramsci, en su divulgación. Esto es también parte del entramado de las luchas que le tocó vivir al propio Nino y a las organizaciones revolucionarias en las cuales militó. Lo acaecido con las disputas sobre la obra de Gramsci después de su muerte, puede explicar mejor su fortuna editorial de lo que nos imaginamos.
¿Quién se quedaba con las cartas?, ¿quién se quedaba con los cuadernos?, ¿quién publicaba qué textos después?, ¿por qué se publicó lo que se publicó y se dejó fuera lo que se dejó fuera?, ¿por qué determinadas partes sí y otras no? Son muchas preguntas, que todavía nos hacemos hoy. Por eso digo que la fortuna editorial puede explicar mejor su vida y los avatares de su militancia política de lo que nos imaginamos.
En este texto hay algunos elementos que enriquecen la historia de cómo los cuadernos viajaron de Italia a Moscú, después el regreso que se decidió al culminar la guerra. Yo creo que, en cualquier caso, es interesante leerlo.
Y no solo es interesante por las anécdotas, sino también porque devela la tensión permanente entre el estalinismo — que no son sólo los crímenes de Stalin, sino además una manera de concebir el mundo, una manera de concebir el marxismo, y que en este caso estaba representado por Togliatti, su primer editor — y lo que hoy, a tenor de algunas «modas», llamaríamos pensamiento decolonial. El pensamiento de Gramsci puede verse entre esas tensiones.
Si uno busca en Wikipedia o en cualquier texto elemental que traiga una pequeña biografía de Gramsci, lo que encuentra es que Gramsci es italiano, ¿no? La primera impresión es que estamos hablando de un sujeto europeo, pero en la comprensión de su pensamiento estamos hablando de alguien que nos es bastante coterráneo, es decir, es un pensador del tercer mundo. Primero, porque Cerdeña era el tercer mundo italiano, como todo lo que está al sur de Roma; y porque las propuestas de Gramsci también estaban dirigidas, sin decirlo de esa manera, a lo que después podemos entender como el tercer mundo, es decir, la periferia del capitalismo desarrollado. Ese tipo de pensamiento colisionaba — colisiona todavía, todo hay que decirlo — con el pensamiento más dogmático del marxismo, al que le era indigesto el análisis de las realidades del llamado Tercer Mundo.
En ese sentido, «Viejos problemas y nuevas adquisiciones: el epistolario» (pág.103), de Eleonora Lattanzi es un botón de muestra de mucha valía. Estas cuestiones del epistolario siempre son complejas, porque todas estas personas de las que nosotros estamos buscando sus cartas deben estarse revolcando en sus tumbas por la frescura que significa que estemos indagando en sus cosas personales, porque uno, buscando cosas para su interés político, se encuentra entonces otras que no vienen al caso. No obstante, estas enriquecen la biografía, como decía anteriormente, y también permiten enriquecer el esbozo del pensamiento de Gramsci.
Y estamos hablando de que son muchas cartas, por lo menos son muchas las cartas que se han podido conocer. Seiscientas sesenta y cuatro, desde 1908. Dice Lattanzi que
Actualmente, en el Archivo Gramsci se conservan 664 cartas firmadas y enviadas por él a partir de 1908, desde Santu Lussurgiu, Cagliari, Turín, Moscú, Viena y Roma, que fueron sus principales lugares de residencia hasta noviembre de 1926, y durante los once años de encarcelamiento. Si además se tiene en cuenta la correspondencia recibida, el corpus –bastante articulado– comprende 1786 documentos que, mediante legados, investigaciones y hallazgos de distinta índole, permiten afinar el conocimiento sobre su biografía, sus relaciones establecidas y las circunstancias en las que las cartas fueron redactadas o recibidas, permitiéndonos encontrar con menos dificultad ese «hilo conductor» de su experiencia «que parte desde los tiempos de su juventud y se desarrolla progresivamente» (pág. 107).
Son bastantes y tienen la particularidad de que es difícil encontrar en ellas un hilo conductor único. Se aprecian, por supuesto, las dos etapas: la anterior a 1926 y la de la cárcel, y se ve cómo, durante el encarcelamiento, lo que antes era una obligación — él describe la obligación de mandar cartas, como debe ser una obligación hoy mandar un WhatsApp, o mandar algún correo electrónico — después se convierte en la única vía que tiene de intercambio con el mundo, porque está preso.
Este artículo es esencial para entender algunas de estas cosas y también para entender que lo que pasó con las cartas, incluyendo con las sucesivas ediciones y revisiones de las Cartas desde la cárcel, da idea de la importancia de esta parte de la producción política de Gramsci y sus avatares. Desde la primera edición de las Cartas desde la cárcel en 1947, no ha dejado de suceder. Hay un conflicto latente sobre qué se publica, qué no se publica, por qué no se publicó, por ejemplo, en 1947, la carta que le mandó en octubre de 1926 al Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética. Es decir, todas esas tensiones están presentes ahí. El texto nos explica cómo sucede eso.
Porque estamos en Cuba y estamos haciendo esta presentación en Cuba, quiero señalar un aspecto no abordado en el libro y que a lo mejor es semilla para un estudio posterior. Estoy hablando de las cartas que Gramsci o bien directamente les envía a sus hijos o les envía, digamos a Tatiana, dirigidas a los hijos, con cuentos infantiles o historias dentro. Hay una curiosidad, y es que en Cuba, en los primeros setenta, la editorial Gente Nueva, que es la que publica cosas para los niños y las niñas, publicó una edición de esas cartas de la cárcel de Gramsci dirigida a los niños y las niñas. Una cosa muy rara, porque ya en ese momento en que Gente Nueva publicó eso se había cerrado el Departamento de Filosofía, se había cerrado Pensamiento Crítico, es decir, Gramsci no existía. De pronto se «baja» Cuba con esa publicación de las Cartas de la cárcel que, más nunca, por cierto, Gente Nueva las ha vuelto a publicar. Digo esto porque no está en el libro y es de las cosas que valdría la pena revisar.
También resalto «Viejos problemas y nuevas adquisiciones: los escritos 1910–1926», de Maria Luisa Righi. Si bien en relación con los Cuadernos de la cárcel hay una idea bastante hecha ―por razones obvias―, todo lo anterior necesita de una mayor reconstrucción y, también, ha estado sometido a la disputa alrededor de la personalidad y la condición combatiente de Gramsci.
Se trata de toda la etapa anterior al encarcelamiento que va desde su época como estudiante, la experiencia en los Consejos de Fábrica, su época como dirigente del PSI, después en el PCI, en la Internacional Comunista, su labor como combatiente clandestino, su labor como diputado, etc., hasta su encarcelamiento.
Esta reconstrucción es muy necesaria porque el que está escribiendo en L’Ordine Nuovo no es un escritor de «flujo continuo» — él decía que no era tal cosa — sino un dirigente político. Este texto de Maria Luisa Righi ayuda a entender esa dimensión de orientación política a través de la prensa, de lo que leía todo el mundo en ese momento.
Y ayuda, sobre todo, en una época en la cual los dirigentes políticos de izquierda ya no escriben, por alguna extraña razón que desconocemos los revolucionarios de base. Hubo una época en que la izquierda y sus dirigentes políticos eran muy prolíficos en escribir. Pasó con Marx, pasó con Engels, pasó con Lenin — pasó con Stalin mal que nos pese — ; hubo quien no escribía pero hablaba mucho como Fidel Castro — por eso, con esa necesidad tremenda de decir, de orientar volvió a la carga en sus «Reflexiones» a partir de 2007, cuando ya estaba alejado del poder — , pasaba con Mao — ahora veo que los amigos chinos hacen algo similar con Xi Jingpin — , pasaba con Ho Chi Minh, pasaba con Gramsci — que no debemos olvidar que era un dirigente revolucionario, no solo del PCI, sino de la propia Internacional, no es un intelectual en una burbuja, es un dirigente en la tarea política concreta — .
Esa era una época que ya no existe hoy, cuando difícilmente te encuentras — en la época del Twitter y del Facebook — dirigentes políticos de izquierda que escriban en extenso sobre sus ideas.
Quiero resaltar también, en esta parte sobre la fortuna editorial, el artículo «Leyendo a Gramsci, entre tradición y futuro», de Marcello Mustè, con el cual se inicia el libro. Yo creo que tiene las claves de algunas de estas cuestiones que estaba diciendo y de por qué esto no es un libro filológico, en sentido estricto. De hecho, las palabras iniciales ya serían suficientes:
De la filología a la interpretación || La filología «sin adjetivos», como se suele usar para definirla en tanto conocimiento humanístico universal, es una disciplina cardinal en todas las civilizaciones que se fundan en la escritura; necesaria para establecer la integridad de los escritos, su difusión y alteración; y, el comportamiento y la intención de sus autores. (…) Respecto a Gramsci, la investigación filológica adquiere un significado particular e incluso insólito, vinculándose directamente a la tarea de su interpretación y a las diferentes temporadas que marcaron su «fortuna» como autor.
Quiero resaltar este fragmento y en particular ese artículo del libro porque nuestra comprensión de cómo leer a Gramsci, de cómo interpretar a Gramsci no es para saber exactamente qué dijo, no es para ser más cultos en saber cada pedacito de sus textos. En eso no es en lo que estamos interesados y por suerte eso no es lo que pretenden hacer estos libros y este artículo es muestra de ello, por eso lo agradezco. Como decía el propio Gramsci en un texto publicado en L’Ordine Nuovo que se llamaba «La escuela del Partido», en 1925, un año y medio antes de su encarcelamiento por los fascistas:
En nuestras filas no pueden tener lugar ni un estudio objetivo ni una cultura desinteresada, ni nada que se parezca a lo que es considerado como objeto normal de enseñanza según la concepción humanista, burguesa de la escuela. Somos una organización de luchas, y en nuestras filas se estudia para acrecentar, para afinar las capacidades de lucha de los miembros y de toda la organización, para comprender mejor cuáles son las posiciones del enemigo y las nuestras, para poder adaptar mejor a ellas nuestra acción de cada día. Estudio y cultura no son para nosotros otra cosa que conciencia teórica de nuestros fines inmediatos y supremos, y del modo como podremos llegar a traducirlos en hechos.
Es decir, a nosotros nos interesa sólo como medio para afinarnos en nuestra estrategia de lucha contra la burguesía: esa es la comprensión que nosotros tenemos de los estudios filológicos sobre la obra de Antonio Gramsci.
Sobre las investigaciones actuales
Sobre las investigaciones actuales ese mismo texto de Musté viene a situar las claves principales del estado actual de las investigaciones, como cuando uno tiene que hacer una tesis y tiene que hablar del «estado del arte» — frase horrorosa, donde las haya — . En el caso de Gramsci, como es un pensador tan prolífico, y los estudios alrededor de su pensamiento son también tan prolíficos, sucede que los estados del arte suelen quedarse relativamente obsoletos de forma muy rápida; así que vamos a tener la oportunidad de publicar ese libro varias veces con nuevas indagaciones que se van a aparecer.
Sobre las interpretaciones
En el eje de la interpretación este es uno de los más logrados del libro, sin dudas. Hay varios conceptos del pensamiento de Gramsci que son los que lo han hecho trascender: hegemonía, sociedad civil, Estado ampliado, bloque histórico, Revolución pasiva. La interpretación de estos conceptos es lo que vuelve conflictivo o contradictorio el estudio del pensamiento de Gramsci.
El libro llama por su nombre a varios de los responsables de que Gramsci se haya estado leyendo en algunos lugares en clave del pensamiento liberal positivista burgués.
Aquí mencionan, para no ir más lejos, a Norberto Bobbio como uno de los responsables de que la gente esté leyendo mal a Gramsci, porque es uno de los que estuvo popularizando, por ejemplo, aquello — que después Perry Anderson en Las antinomias de Gramsci trató de codificar — de concebir el pensamiento de Gramsci en forma de pares dicotómicos: Estado- sociedad civil, sociedad civil-sociedad política, sentido común-buen sentido, consenso-coerción, etc. Marcello Mustè nos dice que no, que eso es una barbaridad, que ese no es el espíritu, ni siquiera la letra del pensamiento de Gramsci.
Nos dice, casi a modo de denuncia:
el horizonte teórico de Bobbio se basaba en la «gran dicotomía» entre sociedad civil y Estado político, que encontraba un desarrollo en aquella, aún mayor, entre estructura y superestructuras. Es probable que dicha lectura de la política moderna se basara en algunos equívocos, tanto porque Bobbio tendía a considerar a la sociedad civil hegeliana como una expresión histórica del estado de naturaleza hobbesiano (sin reparar ni en la filosofía de la historia ni en las aporías internas de la filosofía del derecho de Hegel), como por la afirmada «coincidencia» de la sociedad civil en Marx con la base económica. Él suponía que Gramsci se había encontrado ante este gran dilema y lo había resuelto taxativamente. Por tanto, no más Marx, sino Hegel, y luego de Hegel, el idealismo moderno.
La denuncia de Mustè no es solo una denuncia filológica, científica, es también una denuncia política contra todos los herederos impostores de la derecha y la burguesía, como los que les comentaba al inicio.
Quiero insistir en que esto puede parecer menor, pero las confusiones sobre el término, en este caso sobre hegemonía o sobre sociedad civil, no son sólo una cuestión filológica, sino cuestiones de política práctica cotidiana.